Hace unos días fue "la mañana después". La mañana después de una noche de película. De película romántica o película porno, todavía no me decido. Fue la noche más fantasiosa de mi vida.
Verte en la ventana, mi Venus, mi diosa de la belleza y del sexo. Si, definitivamente no tendría problema en convertirme a tu religión.
No quiero contar los días desde " la mañana después" porque parezco obsesionado, ¿pero a quién engaño? sé perfectamente que pasaron 4 días y 3 noches.
Llego a casa todas las noches y te busco en la ventana, vestido ahora, me da un poco de pudor desvestirme sabiendo que puedo estar siendo observado. Pero del otro lado la luz está apagada, a veces ni música prendo para escuchar en el silencio algún sonido de tu departamento, pero nada. Un día, Inclusive, previo espiar por la mirilla de que no hubiera otros vecinos, me llevé un vaso para escuchar contra la puerta a ver si estabas en tu departamento. Silencio absoluto.
Hoy finalmente, escuché tu puerta. La abriste y saliste. Se me desbocó el corazón y los latidos me aturdieron tanto que no pude escuchar para donde te ibas. Necesito volver mi eje y qué mejor que la ducha, mi lugar seguro. Siento el agua caliente sobre mi piel, pero aunque habitualmente esto me ayuda a relajarme, hoy el plan falló. La ducha me hace más consciente de mi desnudez, e imagino que las gotas son tus dedos que me recorren. El recuerdo de tu cuerpo es una tortura para el mío. O un placer. Las imágenes me gritan en la piel, y me empiezan a doler. Mi cuerpo responde al recuerdo y entre frustrado y ansioso cierro la ducha pensando en prender Netflix para distraerme.
Escucho pasos en la terraza. ¿Serás vos? ¡Por favor! ¿A cuáles de todos los dioses le tengo que rezar? Me voy para la cocina que desde ahí si veo las ventanas de los lavaderos y veo tu silueta que se trasluce.
Vuelvo desaforado al baño. Quiero sentir que estamos cerca, estás arriba mío. Cruzo los dedos ¿Hoy estarás arriba mío?
Te escucho caminar e imagino que tus pasos son un mensaje en código Morse que me dice "subí". Siempre me pareció ficción que en las películas la gente realmente se pudiera comunicar así, pero aunque me parece indescifrable, nunca estuve más seguro de que el sonido de tus pasos reclaman mi presencia.
Me ajusto la toalla en la cintura, agarro las llaves de casa y subo.
Y ahí estás, te veo, mi diosa Iemanjá, Afrodita. Todas las diosas de la belleza, sensualidad y erotismo juntas en un cuerpo humano... y el de mi vecina. Una excusa de camisón de puntilla transparente hace como que te cubre el cuerpo, remarcando cada una de mis partes favoritas de tu cuerpo.
Levantas la mirada y me ves. Caminas lento sosteniéndome la mirada y sin frenar y con total normalidad me das un beso intenso y pasional, como si no fuéramos aún extraños. Casi en secreto, como si la soledad de la terraza nos pudiera escuchar, me decís "Te estaba esperando".
Siento que la toalla me comienza a ajustar. Y estoy seguro que vos lo sentís también.
"Ah sí? Vine a colgar la toalla". Descaradamente me la saco y la cuelgo de las sogas que desde hace años decoran horriblemente la terraza. Colgada me tapa la cara y el torso, dejando al descubierto únicamente mi deseo en todo su esplendor. Siento tus ojos clavados en mi entrepierna y me hago el ocupado con los ganchos para que me puedas disfrutar unos segundos más. Me encantaría ver tu mirada de deseo, pero imaginarla me excita aún más. Cuando no me aguanto más me vuelvo a acercar a vos.
"Así que me esperabas" te digo y sin darte tiempo a responder te beso, pero está vez lo inicio yo. Te beso con todo el cuerpo como si fuera el reencuentro de dos amantes en una película romántica. Pienso que quiero que nuestra película se transforme en una serie de un millón de capítulos.
"Acá estoy" te digo al oído y escucho tu respiración acelerarse cuando meto mi mano por debajo de tu ropa acariciándote la piel.
"Perdón que no te avisé que me iba es que no tengo tu teléfono y me fui al campo de mis padres a visitarlos" me decis todo de corrido en una sola respiración. Creo que no te animas a frenar porque temes no poder comenzar a hablar denuevo. Te miro fijo mientras hablás y mi pulgar travieso recorre tu costado subiendo por tu pecho hasta llegar al pezón totalmente erecto. Terminás tu frase y lo aprieto pensando que me gustaría morderlo. Inspirás y contenés la respiración.
"Después me contás, en el desayuno, si?" Te digo y vos te sonrojas asintiendo y pienso que me encanta ser la causa del color en tus mejillas.
Te saco la tela que te recubre y como si estuviera imantado, me acerco a uno de tus pechos, y lo beso con unas ganas incontrolables. Desde ahí te miro para arriba, te sonrío en mi trayecto al otro y te muerdo el pezón en el momento en el que sumerjo mi mano entre tus piernas para sentir tu calor.
Cerrás los ojos y te escucho gemir. El sonido más hermoso del mundo. Cuatro días y tres noches esperando volver a escucharlo.
Hay una brisa fresca en esta noche de verano, que contrasta con el calor de tu cuerpo, y del mío. Mi cuerpo está ansioso por entrar en el tuyo, pero adicto a escucharte gemir continúo tocándote. A cada gemido mi cuerpo responde endureciendose un poco más, y sin darme cuenta tu mano llega a mi cuerpo y ahora el que gime soy yo. Abrís los ojos encantada y me miras. El deseo que desborda de tu mirada tiene un efecto hipnótico y quedamos espiandonos el deseo del otro que entre gemido y gemido dejamos traslucir.
De algún departamento vecino comienza a sonar música jazz. No sé si nos habrán visto y algún vecino caritativo (o voyeur) nos quiso musicalizar la velada, pero, volviendo a la realidad de que estamos en un lugar público, nos sonreímos avergonzados y nos movemos al lado de las piletas del lavadero que nos dan un poco más de reparo y privacidad. Te sentás en el borde de la pileta y con tus piernas me abrazás la cintura. Mi cuerpo entra en el tuyo deslizándose tan perfectamente que puedo sentir cómo milímetro a milímetro tu cuerpo se abre a mi paso.
Te escucho gozar, y siento como tus pies se clavan cada vez más fuerte en mi cola. Me exita esa necesidad tuya de control. "Hacé lo que quieras conmigo, soy para vos" te digo en Morse con cada una de las estocadas. Creo que lo descifraste porque aumentás la velocidad de los movimientos exigiendo de mí una penetración más profunda e intensa. Cuando escucho tu respiración más acelerada reconozco que te estás por venir. Yo también. Mantengo tu ritmo, dejas de respirar, y aunque con una mano te garras de la cerámica, la otra se clava en mi nuca. Siento tu cuerpo contraerse alrededor del mío una y otra vez y gemís en mi oído provocándome el éxtasis a mi también.
"Wow, eso fue intenso" me decís y te miro con adoración. Mi diosa humana. Te beso y te invito a casa para otra ducha. Esta vez no te pienso dejar ir tan pronto. Ya me prometiste desayuno.
@desatadaysensual
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