-“¿Cuánto tiempo se quedará en Colombia?” - Preguntó la amable oficial de Inmigraciones.
-“Una semana” - contesté presuroso.
-“¿Dónde se hospedará?”
-“Hasta el lunes en el Hotel Sonesta en Cartagena de Indias, luego en el Sheraton de Bogotá”…
-“Cartagena no es para estar solo”… Me inquirió la señorita con una sonrisa pícara mientras me sellaba el pasaporte.
Salí de los mostradores de Inmigraciones y baje la escalera mecánica para dirigirme a buscar mi maleta en planta baja, previo paso por el Dutty-Free. Allí hermosas mujeres muy bien vestidas y maquilladas ofrecen los productos a los pasajeros recién arribados. La característica de los colombianos en general, y de las mujeres en particular, es su extrema amabilidad y cortesía. Siempre con una sonrisa y un “con mucho gusto señor” en la punta de sus labios.
Retiro mi maleta, paso por aduanas y ya estoy en las afueras de la Terminal Internacional del Aeropuerto “El Dorado” de Bogotá.
El viento fresco de una tarde de cielo cubierto, golpea mi cara y me refresca después de casi 8 horas de vuelo vía Lima desde Buenos Aires, sin incluir la parada allí.
Camino rápido y con ansiedad hacia la terminal de vuelos nacionales para tomar mi siguiente escala a Cartagena….
Son unos pocos metros y justo en la entrada de Avianca, apenas traspaso la puerta la veo a ella.
Claudia está radiante a sus 35 años, es delgada y de ojos oscuros, nariz recta y delgada y una sonrisa perfectamente hermosa surca sus labios delgados enmarcando una dentadura blanca perfecta, mientras unos pequeños hoyuelos le surcan la cara a ambos lados de sus labios cuando lo hace….
Con su 1,70 m de estatura su figura cobra una presencia importante al caminar. Su cabello lacio y que apenas le sobrepasa los hombros es pesado y bien negro, con un flequillo dividido al medio que a veces le molesta en los ojos. Ella resopla un poco para acomodarlo con una sonrisa.
Y allí estaba ella, con una blusa blanca a botones y una minifalda de jeans mostrando sus largas piernas, bien torneadas, perfectas y hermosas. Zapatos bajos y cómodos para emprender el viaje.
De pie junto a la puerta, con su parada derecha y altiva, su minúscula cintura destaca una cola perfecta. Aunque sus senos no son grandes, lucen muy bien por su postura erguida con los hombros hacia atrás. Su piel blanca apenas trigueña. A su lado una maleta pequeña conteniendo lo necesario para 4 días en Cartagena….
Su madre que la había llevado al aeropuerto. Una mujer alta robusta y muy simpática. Muy elegante y con un carácter fuerte, característico de haber criado a sus hijos sola.
Hacia 3 meses que no nos veíamos. Su sonrisa al verme resplandece y esos hoyuelos se profundizan. Sus ojos se ponen chiquitos, corre hacia mí con pasitos cortos y los brazos estirados. Me rodea el cuello, suelto la maleta para así poder rodear con mis brazos su hermosa cintura.
-“Hola mi amor….”, me dice mientras me da un piquito para luego fundirnos en un gran abrazo fuerte que nos emociona a ambos ante la atenta mirada del policía que custodia la entrada con cierto dejo de envidia.
Su madre se acerca, nos saluda, nos desea suerte y buen viaje. Nos besa y se va raudamente, como para no incomodar.
Llegamos a Cartagena ya de noche y en el taxi hacia el hotel, el calor húmedo e intenso del caribe colombiano se hace sentir pesado e incómodo, ¡¡pero qué importa!! ¡Estamos en Cartagena, una maravillosa ciudad, puerto de aventuras e historias de piratas y esclavos sobre las costas del Atlántico, situado al Norte de Colombia!!!!
Claudia estaba tan resplandeciente que ya no me podía resistir. Su perfume inundaba mis fosas nasales, contemplaba su figura y era imposible no desear llegar al hotel lo antes posible.
Sobre las nueve de la noche arribamos al hotel y el check-in se demoraba siglos, hasta que el recepcionista extiende su mano y me entrega las llaves de nuestro cuarto. –“Habitación 601 en el sexto piso”, pronuncia risueño.
Nos dirigimos casi corriendo hacia el ascensor, desesperados por sentirnos el uno al otro.
Entramos a la habitación y hacia la izquierda un gran ventanal nos conducía a un extenso balcón donde quedamos extasiados con la vista del mar y las luces de la ciudad de Cartagena sobre la Bahía Bocagrande. Un vista fabulosa y sin desperdicio.
Nuestra habitación era grande, se encontraba en uno de los extremos de la U que formaba el edificio. El balcón se ubicaba en uno de sus extremos, mientras que el resto de la habitación era cubierto por ventanales amplios hacia el lado interno. Muy cómodo y precioso.
Ya sobrepuestos de la belleza que contemplamos, nos miramos y respirábamos la pasión a flor de piel. Esa mirada cómplice y traviesa que dice todo sin expresar palabras… nos acercamos y nos unimos en un beso apasionado. Mis manos recorrían su espalda, mientras por debajo de su blusa le desprendía su sostén con una habilidad maestra.
Abrazados caminábamos, besándonos en dirección a la cama. Al llegar, ella se quita rápidamente la blusa y sus pechos radiantes, pequeños y duros quedan expuestos a mi codiciosa mirada. Inevitablemente mis manos se posan sobre ellos cubriéndolos completamente, la tersura de su piel me invita a acariciarlos. Entre mis dedos siento sus pezones hinchados y diamantinos, me excitan al extremo. Claudia se sienta en el borde de la cama. La luz tenue del velador nos ilumina claramente dándole un tono rojizo a nuestra piel. Yo permanezco de pie frente a ella.
Sus hábiles dedos desabrochan mi cinturón, desprenden el botón…. El cierre emite un chirrido al descender y ella lo baja suavemente. Allí mi Calvin Klein de Lycra negro no puede ni pretende disimular mi pene erecto y ardiente de deseo. Siento su mirada fija en él. Mis manos se enredan en su cabello negro azabache….
Ella, muy sutilmente, introduce dos de sus dedos de cada mano en el borde de mi boxer y con un suave movimiento lo extiende hacia ella, lo baja cuidadosamente para dejar al descubierto la imponente imagen de mi polla, enorme y firme, extendida hacia arriba formando un gran arco que deja a mi glande muy cerca de mi pubis. Siento que va a estallar. Mi corazón late a doscientas pulsaciones y mi cuerpo se moja con un leve sudor. Ella lo contempla por unos segundos, pero no lo toca. Me quita rápidamente mi boxer y me toma de la cintura, acariciando mi piel y mis nalgas.
Se acerca lentamente a mi pene, abre un poquito su boca y asienta sus labios en la punta. Ella ya sabe cómo hacerlo y sabe lo que me gusta. No lo toca con sus manos.
Su lengua caliente y suave está en mi glande mientras sus labios delgados se cierran sobre el borde, y ahí es cuando comienza su juego. Sólo sus labios me tocan y se desliza desde la punta hacia la corona. De forma aterciopelada, su boca, se desliza de arriba a abajo y en todo ese recorrido intenso por la longitud de mi polla siento como su lengua hace que me estremezca por completo, desplazándose de adelante hacia atrás tocando ese punto clave en la base de mi polla. Ella sabe que eso me vuelve loco, y mientras presiona con sus labios, su lengua juega lentamente humedeciéndolo desde la base a la cabeza.
Mi piel se eriza, alzo mi cabeza y cierro mis ojos. Me digo a mi mismo que esto es casi la gloria...
Mis manos presionan suave su cabeza, y ella asiente introduciéndolo todo en su boca. La miro, y ella me contempla directo a los ojos como tratando de comprobar cuanto me hace gozar. Me está volviendo loco y ella lo sabe. Lo disfruta…. Conoce el arte de chuparlo, sabe cuál es mi debilidad y la exprime al máximo, siento su pulso acelerado y eso me excita aún más. Es una artista con su boca y sabe hacerme delirar con cada movimiento. Los minutos pasan y cada vez quiero más. Siento que el mundo fuera a explotar, pero me contengo.
El ruido de las olas del mar se escucha por la ventana abierta y la brisa marina caliente acaricia nuestros cuerpos. Claudia aun sentada en el borde derecho de la cama se recuesta y deja las piernas colgadas del borde a la altura de sus rodillas. Yo apoyo ambas manos a los lados de su cuerpo y me flexiono para besarla. Nuestros pechos con un leve sudor de juntan, y nos sentimos con placer.
Mis labios recorren su cuello y le mordisqueo la oreja. La excita y a mí me gusta, gime suavemente y sonríe…. Desciendo con mis labios hasta sus pechos. Sus pezones están duros y erguidos, apenas más oscuros que su piel, me piden que los chupe. Paso mi lengua y siento su cuerpo estremecerse. Poso mis labios sobre sus senos y provoco una leve succión mientras me deslizo hacia su pezón y allí me quedo acariciándolo con mi lengua mientras mantengo la depresión. Sentir sus senos tersos en mi boca y moverlos con mi cara me apasiona al extremo. Claudia gime nuevamente lo que me da a entender que debo seguir mi camino descendente con mis besos.
Recorro su vientre plano. Aun permanece su minifalda de jean, la levanto y su tanga de algodón blanco me excita terriblemente, y se la bajo lentamente. Ella abre sus piernas, y yo arrodillado en el suelo quedo perfectamente ubicado frente a su entrepierna. Comienzo a besar el interior de sus muslos, cerca de la unión, admirando su depilado perfecto en su Monte de Venus. Mis labios se van posando y recorren cada milímetro de su cuerpo.
Me siento sin frenos como un auto en bajada, sin control directo a la pasión, quiero más y más. Sigo descendiendo y bajo aun más. Mi lengua separa sus labios y lamo su clítoris. Hago un movimiento lento y firme, un sensual reconocimiento de esa zona hace que emita un gemido profundo y ahogado sale de su garganta mientras arquea su cintura. Sus manos rápidamente se colocan en mi cabeza entrelazando mis cabellos y me aprisiona contra su vulva, mi lengua comienza a jugar, está tan mojada, que me precipito de lleno a ella.
Esto nos enloquece a los dos por igual. Observo como se retuerce de placer con cada pasada de mi lengua. Introduzco mi dedo mayor en su vagina, está caliente y muy húmeda. No dejo de chuparla con placer intenso. Introduzco también el dedo índice, y con ambos recorro las paredes de su vagina en forma circular. Y mientras mi lengua juega en su clítoris, con las yemas de mis dedos presiono sobre la pared frontal, justo donde encuentro ese botoncito mágico conocido como el punto G. Basta que lo presione apenas un poquito para sentir cómo su vagina se contrae y sus piernas me aprietan cerrándose sobre mi cabeza. Mi boca y mi pera están chorreando con sus fluidos, y yo me relamo de placer.
Mi pene seguía cada vez más duro, pero me encanta crear expectativa antes de la penetración, a ambos nos gusta llegar a un clímax especial. Claudia con un movimiento en sus manos, aún en mi cabello, me incita a colocarme sobre ella. Lentamente lo hago y nuestros cuerpos se ensamblan de forma perfecta, la beso, y lentamente la penetro, mi polla está cada vez más dura y enorme, y es muy fácil dirigirlo.
Ella me dice al oído,-“por favor métemela toda yaaaa, no aguanto más…”
Mi polla se humedece nada más entrar, percibiendo el calor de su interior, eso me provoca empujar más fuerte, un movimiento más contundente hace que ella me absorba hacia su interior. Disfruto cada milímetro de su interior con el fondo de mi polla. Mi razonamiento a esta altura ya está perdido. Todos mis sentidos se conjugan para aprovechar este precioso momento.
Me vuelve loco penetrarla hasta el fondo de su vagina. Cada vez que lo hago, ella emite un grito ahogado muy intenso. Esa fuerte presión sobre su pubis hace que se contraiga cada vez más. Sus uñas se clavan en mi espalda.
Sus caderas no dejan de moverse ni un solo instante mientras recorro toda su cavidad. Y la tenue brisa de aire caliente que entra por la ventana abierta nos acaricia la piel.
De repente ella me aprieta contra sí, y me pide que allí me quede, bien profundo al tiempo que emite un gemido largo y profundo, acelerado por la respiración. Siento como mi polla es presionada fuertemente con pulsos rítmicos uno tras otro, acompañando sus fuertes gemidos de placer intenso a la vez que me presiona con fuerza sobre ella con un fuerte abrazo, sé que está experimentando un fuerte orgasmo. Eso me calienta, la piel de mi polla se estira mucho más hacia atrás y no puedo contenerlo. Me estremezco, y expulso a borbotones el semen dentro de ella. Claudia los siente y me dice “dámelo todo, todo amor”…. Tres, cuatro, cinco y sigue saliendo…. la presión continúa mientras experimento una sensación de tensión incomparable, no paro de eyacular con fuerza y quiero seguir, la quito apenas y vuelvo a entrar en ella para dejar mi última gota en su interior.
Al cabo de unos minutos, nuestros cuerpos se relajan y nos fundimos en un abrazo.
Estamos en ese momento donde queremos quedarnos unidos uno dentro del otro, abrazados... levanto la vista e intento mirar su cara. Al hacerlo Claudia desvía su mirada hacia su izquierda, tratando de buscar la brisa fresca de la ventana abierta. En ese momento, sus ojos se abren grandes, su cara se transforma, me empuja con fuerza quitándome de encima de ella al tiempo que grita…-“¡¡Noooooooo!!... ¡¡Cuidado!! miraaaaaa”… y señala la ventana hacia afuera y arriba mientras intenta cubrirse con las sábanas de la cama….
Me giro y miro hacia donde ella señala y veo justamente que en EL BALCON del piso 7 justo encima del nuestro, perpendicular a nuestra ventana… en otra habitación, dos parejas contemplaron en silencio y en primer plano con una vista óptima, toda nuestra escena de amor, apoyados cómodamente sobre la baranda de SU BALCON….
Noelia Linbood.
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