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Mi enfermero del Amor

Está anocheciendo. Y como en los últimos días, a eso de las 22 me comienza a subir la fiebre. El síntoma post vacuna me aniquila. Estoy tiritando, me siento débil y tengo frío.

Desde la cama te mando un mensaje "venite a casa, le dejé las llaves a Marcos, del 8H", me doy vuelta y me quedo frita.


No terminó tu turno en el hospital cuando recibís mi mensaje, te queda 1 hora. Empezás a descontar los minutos. 60. 59…


Llegás al edificio y pensás "menos mal que Marcos es noctámbulo también, tocarle el timbre a un desconocido a la medianoche, solo de un descarado a otro… "


Llegás a casa y abrís la puerta. Entrás. Subís las escaleras a la habitación mientras te desvestís. Te metes en la cama, desnudo. Si algo te enseñaron tus años de universidad es que para el frío, lo mejor es la fricción de piel con piel. Ahhh, eso era para la hipotermia, ¿servirá para la fiebre o es solo excusa barata?


Te acostás detrás de mí y me abrazás. Tu cuerpo calentito junto al mío y tu respiración en mi cuello, me brindan una tranquilidad en mis sueños que me ayudan a relajarme entre tus brazos.


Me pego a vos. Los cuerpos encajan perfectos uno con el otro, pero vos estás muy despierto, y yo… prendida fuego.


Los dos sabemos que la única forma de bajar la fiebre es que el calor se convierta en calentura, sin escalas, así que despacito, me besás en el cuello, y hacés suaves sonidos cerca de mi oído. Me despierto y suspiro para que te enteres.


A mi señal de largada me levantás un poco el camisón, metés tus manos por debajo y comenzás a acariciarme. Despacito, acordate que estoy recién despierta.


Tus manos recorren mi costado y con un dedo van desde la cadera, cintura y suben para recorrer uno de mis pechos hasta el pezón. Está expectante y te desea. Me lo pellizcas. Gimo, suave.


Me acomodo un poco más. Sintiendo tu humanidad en mi cola, te presiono. Me gusta sentirte duro y preparado para mí. Me bajo levemente la ropa interior y te coloco entre mis piernas, el contacto de piel con piel me provoca un dulce escalofrío por todo el cuerpo. "Ya llegaste. Gracias por venir."


Me empiezo a mover, despacito, con la pelvis suavemente para atrás, presionando y soltando, en redondo y acelerando un poco más el ritmo, llevando mi pelvis bien para adelante y como hamacándome para atrás. En estos momentos agradezco mis años de danza que facilita la extensión y longitud de estos movimientos.


Tus besos en mi cuello se intensifican, y sé que aunque podrías terminar con este estímulo, falta mucho todavía por disfrutar y freno en seco. Gemís de dolor. La frenada sin anestesia te deja insatisfecho y buscas tu venganza.


Me das vuelta, y una vez que me quitas toda la ropa me acostás con la espalda al colchón y me agarrás las manos por arriba de mi cabeza. Quedo totalmente al descubierto para vos y me mirás con deseo. Me besas, intensamente, y con la lengua marcas un recorrido tentador sobre la piel. Siento que mi cuerpo te necesita, mis pezones salen a tu encuentro y entre lengua y calor mordés uno. Y gimo. Y sentir tu boca ajustándome tiene un efecto abrumador en mi cuerpo. Te veo, disfrutándome y pienso que no quiero que esto acabe jamás.


Me doy vuelta y levanto mi cola, te gusta mirarla, besarla, saborearla. Agarrás el gel y me tiras un chorrito entre las piernas. Sentirlo deslizarse sobre mi piel es toda la promesa de placer que necesito para enardecer mi deseo. Te servís gel en las manos y siento como te lo pasas por cada uno de tus dedos. Te relames y ahí, expectante cómo estoy, me siento tu plato de comida favorita. Apoyás un dedo sobre mi pierna atrapando una gota descarriada. Hoy nadie hace nada que vos no indiques. Ni una gota de gel. El dedo sube y comenzás a estimularme con tu boca y lengua, mientras introducís la gota y el dedo dentro mío. Wow.


Siento urgencia, quiero más. Pero ya te conozco, hoy me querés ver rogar. Sé que si te lo pido, vas a dilatar el tiempo cuanto puedas, así que mejor vamos a tu ritmo. En vez de pedirte te provoco, y gimo, con placer. Y al escucharme automáticamente introducís otro dedo, y otro, y otro y en poco tiempo ya tengo toda tu mano dentro mío.


Soy yo la que se mueve, muy lento, para adelante y para atrás, siento tu intento por mover los dedos, abriendo y cerrando el puño. Sincronizamos los movimientos. Es absolutamente extremo, me fuerzo a abrirme para vos y siento como se abre y libera mi interior. Contengo la respiración y pienso para mí "respirá" pero no logro largar todo el aire.


Me quedé muda.

No puedo gemir.

No puedo respirar.

Lo único que puedo es sentir tu puño dentro mío y la respuesta de mi cuerpo que me pide que te deje pasar, a dónde, no sé, más adentro, al centro del placer supremo para que consigas la moneda de oro. El límite del dolor y el placer es muy fino, no doy más pero no quiero que salgas, no todavía, no estoy lista.


"Quédate un poco más, prometo que respiro" te digo telepáticamente mientras largo el aire de golpe. Te escucho reír y por un segundo creo que escuchaste mis pensamientos. Arremetes un poco más profundo y contengo la respiración de nuevo. "¿Estás lista?" me preguntas.


"Si, no puedo más, pero despacito por favor" te respondo y lentamente comenzás a sacar tu mano y puño y con la liberación comienzo a temblar, no me queda mucha fuerza para permanecer en esta posición, pero en tu camino afuera, me sostenés abierta y entrás vos con un envión renovador.


Grito con sorpresa.

Debe ser ilegal sentir tanto placer.

Te siento preparado para mí, entras y salís de mi cuerpo como si fuéramos dos piezas de la misma maquinaria.


Te escucho gemir y siento como descargas tu placer adentro mío. Te recibo, te ajusto todo lo que puedo y te suelto para recibirte una vez más.


Quedamos así, quietos en esa posición, acoplados y desplomados uno sobre el otro. Intento moverme y me liberás. Me recuesto al lado tuyo sobre la cama, las piernas me tiemblan y el corazón está intentando infructuosamente recuperar su ritmo natural.


"Creo que no voy a poder caminar por unos días" te digo.

"No te preocupes que el certificado de reposo ya lo tenés".


Definitivamente la fiebre había quedado en el olvido.

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